El compuesto de Curstedt lograba que los alvéolos, los diminutos y delicados sacos de los pulmones donde se produce el intercambio de oxígeno, se mantuvieran abiertos y no se colapsaran.
El Síndrome de la dificultad respiratoria, se produce cuando estos diminutos sacos no se abren con facilidad, impidiendo que los pulmones no puedan llenarse de aire y de esta manera llegar el oxígeno necesario al torrente sanguíneo.
Este es un trastorno frecuente en los bebés prematuros y que, para 1960, fue la causa de muerte de nueve de cada 10 neonatos.
Curstedt y su compañero Bengt Robertson determinaron que el RDS era una de las principales causas de mortalidad infantil. Ahora, los números se han revertido gracias a la amplia difusión de los tratamientos. En 2015, la tasa de mortalidad por este síndrome era solo de un 5% en los países desarrollados.
Haciendo un poco de historia, cuando se dio a conocer la primera curación en 1983, faltaban aun seis años para que el Curosurf nombre que le pusieron al compuesto combinando los nombres de Curstedt, Robertson y surfactante fuera introducido como tratamiento.
Para aquel entonces los ensayos clínicos se sucedían uno tras otros, con buenos resultados. “Hacíamos ensayos con 150 bebés muy enfermos y otros 150 de control. El tratamiento funcionaba tan bien que, tras finalizar los ensayos, tratábamos a todos los bebés, porque no era ético dejar a la mitad sin curación”,
Explica Curstedt que ha sido finalista al premio de Inventor Europeo 2016, otorgado por la Oficina Europea de Patentes (EPO, en sus siglas en inglés).