No es aventurado afirmar que casi todo mundo ha experimentado un calambre después de un día de actividad física anormalmente intensa, aunque también suele presentarse mientras se realiza un gran esfuerzo, movimientos monótonos y cuando modificamos la posición corporal en donde una de nuestras extremidades se encontraba incómoda o tensa.
Asimismo, es común que este tipo de contracción muscular genere miedo o pánico ante la sorpresa que genera y no se sabe qué hacer. Lo cierto es que los calambres suelen ser inofensivos, frecuentes en personas sanas y se deben a irrigación sanguínea insuficiente de un músculo y pérdida de minerales como potasio, calcio y sodio.
¿Qué hacer?
Antes del calambre suele presentarse una fasciculación o movimiento involuntario en el músculo, parecido a un tic, que indica excitación excesiva de las terminales nerviosas, de modo que esta señal puede ser una advertencia. En el momento de la contracción, la persona afectada u otra que le auxilie deberá ejecutar una serie de sencillos pasos para resolver la situación, siempre conservando la calma.
Primeramente se interrumpirá la actividad que se realiza, aunque generalmente el propio calambre obliga a detenerse; luego se procederá a estirar el músculo y a darle masaje vigoroso para que la tensión desaparezca. También da buenos resultados y reconforta apretar con fuerza la zona afectada, tratando de no dañar o pellizcar la piel.
Una vez que el espasmo cede, la extremidad se debe poner en movimiento con suavidad para que el músculo trabaje, con la finalidad de prevenir el resurgimiento del malestar. Finalmente, refrescar la región con agua fría suele ayudar; no es necesario tomar analgésico alguno ni aplicar pomadas o ungüentos.