Los langostinos se han convertido en plato obligado de las mesas navideñas y son un marisco que por su precio asequible se consumen todo el año. Se venden cerca de 2.000 toneladas de marisco de los que el 80% son langostinos y gambas, casi siempre ultracongelados, unos 13 kilos persona y año. Deben presentar consistencia firme, aspecto general correcto, color, olor y sabor propios y no presentar melanosis en la cabeza. Lo normal es que en origen se hayan glaseado, que consiste en regarlos con agua potable para que al congelarse se forme una capa de hielo que protege de perdidas de agua interior y modificaciones de sabor y textura.
Los mejores langostinos de los congelados: los calembo o tigres con rayas rojo y blanco vivas, carne fina y apreciados proceden de África, lo mismo que los banana, de color más pálido y piel gruesa, o los marfil de cola azul, son los mejores, también los blancos de Túnez, algo menos los blancos Malayos y los Sandokan; y de Centro y Sudamérica siempre de cultivo hay de todo, los más corrientes de Ecuador, que se pelan con dificultad, arruga la piel y se pone la cabeza negra con rapidez; los de Asía y los australianos calidad sólo aceptable. Los carabineros o chorizo rojo, son de la misma familia y la carne no tiene la misma calidad.
Los machos son más claros con bandas transversales mejores que las hembras amarillo-verdoso con bandas parduzcas. El consumo masivo son los capturados en aguas americanas. Los del Mediterráneo y Atlántico son un bocado. Consejo: Si son congelados llévelos cuanto antes al congelador y una recomendación, el olor no falla. Para prepararlos, cocerse unos pocos minutos en agua salada con puerros y cebolla. Muchas proteínas, apenas grasas, nada de azúcares ni fibra, mucho colesterol y sodio, lo que les aleja de hipertensos y personas con problemas cardiovasculares. Los aditivos, cuantos menos mejor, generalmente bisulfito sódico conservante y blanqueante y ácidos cítrico y ascórbico menos agresivos. El langostino, marisco rey.