Vino, cava y champán saludables. En el cuadro de beneficios descubiertos por Keys la dieta mediterránea, resulta curioso constatar el descubrimiento de G. Renaud en 1991, sobre la “paradoja francesa”: los franceses consumen muchas grasas (mantequilla, carnes, aves, embutidos), tienen las tasas de colesterol sanguíneo más altas que los norteamericanos, y mucha menos mortalidad, debido a que consumen vino mientras comen. La mortalidad coronaria de los franceses cae un 60% respecto a los norteamericanos. Estas determinaciones las ha confirmado el sueco Gronback que aseguró ofrece más protección que otras bebidas alcohólicas.
Entre más de 800 sustancias que contiene el vino, hay algunas que protegen el sistema cardio-vascular : el alcohol disminuye el “mal colesterol” LDL, aumenta el “bueno” HDL, y fluidifica la sangre impidiendo la formación de coágulos capaces de taponar una arteria, y los polifenoles (resveratrol, catequinas, epicatequinas, quercetina, ácidos fenólicos…) evitan la oxidación de los radicales libres y evitan la arteriosclerosis. En 1997, el francés Orgogozo mostró datos sobre personas de más de 65 años, que con un consumo moderado de vino, reducían un 75% el riesgo de desarrollar Alzheimer.
Por encima de 4 vasos de vino diarios las cosas empeoran mucho. En el caso del cava y champán, además, su riqueza en potasio mejora la diuresis y la hipertensión arterial, la arginina activa la síntesis del monóxido de nitrógeno que favorece la dilatación vascular, y los polifenoles presentes en los taninos tiene acción antioxidante. Pero, ¿Cómo decir que el vino es saludable cuando hay tantos alcohólicos? El vino produce placer, no es un medicamento, es una bebida con riesgos, y sobre todo en los jóvenes, mejor que una política prohibicionista, puede ser hacer cultura del vino y aprender a beberlo, a degustarlo.