Muchos tipos de legumbres incluidas las semillas de soja, son ricos en saponinas un compuesto antiinflamatorio que ayuda al sistema inmunitario a proteger del cáncer, al tiempo que reduce la tasa de colesterol. En todo caso, conviene no cocer demasiado las legumbres, porque un exceso de fuego puede hacer perder el jugo de la cocción, provocando la pérdida de saponinas.
1. Previene el cáncer
Las legumbres ayudan a mantener la línea y a evitar la obesidad, lo que reduce indirectamente el riesgo de cáncer, ya que la gente que tiene una masa grasa excesiva tiene más posibilidades de padecer esta enfermedad.
Además, los glúcidos refinados nutren las células cancerígenas y reducen la potencia del sistema inmunitario. De esta forma, comer legumbres en vez de glúcidos refinados previene el restablecimiento de azúcar de las células cancerígenas y ayuda a mantener un sistema inmunitario más fuerte. El conjunto ayuda a proteger el organismo contra el cáncer.
Especialmente, comer legumbres en vez de féculas refinadas ayuda a prevenir el cáncer de hígado, que suele ser una consecuencia de la obesidad y que se puede solucionar de forma tan fácil como incluir esta clase de alimentos en nuestra dieta diaria.
2. Aliviar los síntomas de la menopausia
Los flavonoides contenidos en las semillas de soja y en los garbanzos pueden actuar como la hormona femenina estrógeno. Las sustancias similares al estrógeno que proceden de fuentes vegetales son llamadas fitoestrógenos, y pueden aliviar en cierta medida los síntomas de la menopausia (como los sofocos).
No se debe abusar del consumo de legumbres, especialmente si se padece un cáncer de mama con receptores de estrógenos, ya que en estos casos conviene evitar el consumo de grandes cantidades de estrógenos –incluidos los fitoestrógenos–.
3. Prevenir el síndrome metabólico
Este síndrome es un conjunto de síntomas, siendo uno de los principales la resistencia a la insulina (prediabetes). Las personas que desarrollan un síndrome metabólico tienen mayor dificultad a la hora de adelgazar, ya que esta enfermedad ralentiza su metabolismo, haciendo que la pérdida de peso sea más difícil.
El síndrome metabólico comienza después que una cantidad excesiva de grasa haya podido acumularse en el cuerpo por culpa de un consumo repetido de comida más allá del umbral del hambre, un problema que suele darse en personas con una dieta alta en féculas refinadas.
Romper este círculo vicioso es muy difícil, y los pacientes deben pasar un tiempo de ayuno de glúcidos refinados, aprender a comer tres comidas de tamaño moderado al día, sin ningún tipo de colación entre comidas para permitir al cuerpo quemar la grasa e invertir el síndrome metabólico.
Comer legumbres en vez de féculas refinadas impide al páncreas liberar grandes cantidades de insulina, lo que ayuda a mantener una tasa de azúcar en sangre correcta. Esto previene el consumo impulsivo de comida y la sobrealimentación, proporcionando un mayor tiempo de saciedad tras una comida, y previniendo la manifestación del síndrome metabólico.
Fuente: Imujer